Llegué a ti, admirándote,
luego adorándote
y ahora que te conozco, deseándote.

Pasan las divinas horas,
como quejas voladoras
y una tristeza me queda
de que tú no me quieras.

Yo acudo a la cita
deseando poderte encontrar,
pero pasan las horas brujas
en un lento compás.

Más pudiera ser,
que en mi existencia pasajera
a la cita no llegues,
entonces, no olvides
a este amante impaciente,
que en amor delirante
al cielo subió,
pidiendo perdón
de tanto ambicionar,
sin sabérselo ganar.

Autor: Manuel González Padrón








        

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