Mi tío me parecía un extraño. Y en realidad tuvieron que pasar los años para que yo pudiera entender aquello de que la virtud no se atestigua con palabras, sino con obras. Por otra parte, y de esto siempre estuve seguro, como era una buena persona no se preocupaba por aparentarlo.

Yo estaba muy empañado en escuchar sus recuerdos. Los recuerdos de aquellos años en los que aún no era dueño ni de sus sentimientos ni de sus ideas. Y de cómo se había sentido a salvo cuando el coche del obispo, después de intentar parar, siguió adelante. Por un momento deseó que lo tragase la tierra. Y eso que ya llevaba unos doce kilómetros con su maleta casi a rastras. Qué vergüenza verse sorprendido en una situación así. Pero todo pasa, gracias a Dios. Él tampoco tenía por entonces la capacidad para no atribuir a las cualidades otra importancia que la de su utilidad. Pero unos minutos más tarde, sorprendentemente, se había parado el coche de la bellísima joven que iba hacia la capital para cantar en la temporada de ópera. Y cómo aún la recordaba años más tarde. Tal vez se deba a este hecho el que siempre pensara que es la dicha la que nos busca. Aquel gesto había venido a ampliar todas sus ilusiones. Sólo el miedo invencible a que se las encontraran en el seminario hizo que se deshiciese de aquellas fotografías que guardaba como oro en paño.

Siempre le pareció lamentable que el que no fuera libre nunca pudiera amar hasta el final. Pasados los años, hoy le han concedido la jubilación. Sabe que su pasado es inalterable, pero sigo pensando que para él el silencio es el origen de muchas de sus palabras y gestos. Pasaron los tiempos en que se ahogaban las preguntas y se imponían las respuestas. Pienso que es un día propicio para que escuche la música olvidada de su ser. La vida, como la verdad, es una búsqueda silenciosa, también para un sacerdote.

No hace falta decirles que ahora ya voy entendiendo a mi tío. No retira de las paredes ningún cuadro: sólo le importa colocar en la pared más limpia la fotografía de Gianna d´Angelo. Este detalle me lleva saborear con él el Sempre libera de su Traviata. Hasta la persona más sencilla puede llevar a cabo un acto creativo al interpretar su música interior. No me sorprende demasiado este final para quien no identificó su ser con sus pensamientos, sentimientos, con lo que hizo o tenía. Cada hombre es un misterio. Aunque tarde, siempre llega ese momento de la vida que contiene toda tu vida entera.


Facilitado por su Autor: Ceferino Suarez de los Angeles (Madrid)







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