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El Secreto


De vez en cuando ocurren cosas como ésta: conocemos a alguien que, por alguna extraña circunstancia, tenemos la insistente sensación de haber conocido antes. Y no estoy evocando ahora aquellas situaciones en las cuales tenemos cierta seguridad de haber vivido con anterioridad; eso lo explicaría la parte emocional del encéfalo adelantándose a la voluntaria, y la cuestión que aquí se trata es bien distinta.

Roberto no paraba de dar vueltas a sus pensamientos, mientras recordaba cada palabra y cada trazo de la conversación de la noche anterior con Paloma. Hacía apenas unos días que la conoció en el chat de Internet. El chat, ese punto de encuentro virtual donde a través de Internet es posible mantener conversaciones en tiempo real con otras personas que están conectadas. A veces, en tan sólo una noche es posible llegar a conocer a alguien, más que en condiciones normales lo haríamos con otra persona a la que vemos a diario.

Es verdad que las primeras preguntas bien podrían ser un modelo de interrogatorio policial: edad, ciudad, profesión, así hasta hacernos una idea somera de quien tenemos al otro lado de la red. Fue entonces cuando Paloma comenzó a contestar una a una cada pregunta. A cada respuesta de Paloma le seguía una pregunta para Roberto.

Paloma trabaja en el Ministerio de Obras Públicas, donde es informática. Tiene 28 años, un hijo de 5 y está divorciada desde hace 2. Roberto es profesor de Historia y da clases en un Instituto de enseñanza secundaria. Él está soltero y tiene dos años más que su interlocutora. Poco a poco el diálogo va penetrando en ambos, de modo que el grado de conocimiento que ahora tienen el uno del otro, es comparable al de dos viejos amigos que no han dejado de perder el contacto jamás.

Lo más fantástico es que Roberto sólo necesitó dos días para sospechar la cosa más increíble que jamás hubiera imaginado: estaba a punto de adentrarse en un mundo reservado en exclusiva a los que él bien incluiría en la lista de dioses, semidioses, ángeles, hadas y demás seres de otras dimensiones y naturaleza bien distintas a la humana. Si eso se llegaba a confirmar, tendría la respuesta a muchas de las incógnitas que la humanidad ha venido atribuyendo a fenómenos paranormales, religiosos o, simplemente, incomprensibles para la rígida ciencia. Él no paraba de cuestionarse tal sospecha, consciente de que su tiempo tan sólo supone una ínfima parte en la historia del cosmos, ¿cómo iba a tener la suerte de descubrir tal secreto? ¿Por qué habría de ser un elegido para reconocerlos?

Comenzó a presentir en Paloma algo que la hacía diferente a las demás personas. Era algo inexplicable, como si ya se conocieran o, lo que es más inquietante, como si ella ya lo conociera. ¿Qué era aquello que la hacía diferente? ¿Qué pudo hacerle descuidar sus reglas y poner su identidad en evidencia? Es más que probable que saliera a la luz su parte humana y prevaleciera ésta sobre la extrahumana. También es probable que Roberto recibiera alguna clave a través de su subconsciente o tal vez alguna extraña telesinapsis entre neuronas de los dos cerebros. Lo que parece cierto es que Roberto supo que ella no era de este planeta, es decir, no era una persona habitual de este mundo. Entonces recordó a los héroes de la antigüedad clásica: mitad humanos, mitad dioses. ¿Cómo era posible que se topara de golpe con uno de ellos? Lo primero que pensó era que estaba especulando y que seguramente estaba guiado por un sentimiento idealizado hacia su amiga. ¿Cómo iba a compartir tal sospecha con alguien sin correr el peligro de ser tomado por un loco? Y ya puestos, ¿cómo contarle a Paloma su sospecha? Ella lo negaría todo y Roberto jamás llegaría a conocer la verdad.

Para llegar al fondo de la cuestión, Roberto planificó una estrategia que le conduciría a su objetivo: averiguar la verdadera naturaleza de Paloma. Para este profesor no iba a resultar especialmente difícil tal empresa. Siguiendo el modelo de la investigación científica clásica planteó una hipótesis y a partir de ésta siguió uno a uno cada paso en el proceso investigador. Así, de este modo planteó el problema que le ocupaba de la manera más objetiva posible. A partir de este planteamiento, construyó un modelo teórico para desarrollar el esquema de lo que iba a suponer su trabajo. Dedujo sus consecuencias a partir del planteamiento teórico y sobre la base de lo hallado sólo le faltaba probar su hipótesis para incluirla en el dominio del conocimiento teórico aceptado por la comunidad científica.

La hipótesis, por descabellada que pudiera parecer, es que su amiga tiene elementos comunes a los héroes inmortales de la antigüedad, esos que la mitología nos ha mostrado con forma humana. Para validar esta cuestión, analizó profundamente la compatibilidad de Paloma con la de un ser humano real. Debía conocer de qué manera aparecen estos seres. Llegó a la conclusión de que, al ser pura energía, no había un principio ni un fin sino un punto de transformación.

Calculó que Paloma tuvo su transformación en apariencia humana allá por el siglo XVIII. Que estuvo viviendo en el norte de Europa. Así fue desde el mayor detalle de concreción hasta el aspecto más global de tu persona. Bien sabía Roberto que su interlocutora tenía también cosas comunes con los mortales, sus dudas, sus anhelos y sus sueños, que se sentía humana: esa es una de las grandezas de todo esto. Claro, que aquí no queda la cosa. En su interior hay; además de órganos, aparatos, neurotransmisores, hormonas, músculos y piel, una energía, un mandato, una misión que seguro alguien le encomendó.

-Espero que algún día me hagas partícipe del secreto, aunque no tengo prisa Comenzó a escribir a Paloma, -pues bien, ahora no tienes por qué seguir disimulando conmigo, te he descubierto y te prometo no revelarlo a nadie.

En estos términos, con tal seguridad y rotundidad ¿Qué pensamientos rondaría la mente de Paloma? No pudo negarlo, ¿cómo negar la evidencia? La habían descubierto y no sabía qué hacer. Quizás lo mejor hubiera sido negarlo, tomarlo por loco y desaparecer. Quién sabe si no habrá hecho algo parecido en similares circunstancias. Lo que sí parece cierto es que Paloma no esperaba ser descubierta, y menos de esta manera. "¿En qué habré fallado?" Se preguntaría ella. Y para colmo Roberto insistía con más cuestiones:

-¿Cuántos sois? ¿Vivís mucho tiempo? ¿Cuándo nadie os ve, brilláis en la oscuridad? ¿Quién es vuestro jefe? ¿Es verdad que podéis ver a través del tiempo? ¿Os reconocéis entre vosotros? Ya sé que tienes prohibido desvelar nada de vuestro secreto y que disimularás y te reirás. Responderás con elegancia y lo atribuirás a mi manera de verte, de sentirte. Al menos no te alejes mucho, ahora que te he descubierto.

Paloma guardó silencio y le envió un beso. Nunca más dio señales de vida ni en la red ni por ningún medio. A pesar de que él la llamó insistentemente, jamás consiguió contactar con ella. El teléfono que días antes le había facilitado ella, sencillamente no existía. En la compañía de teléfonos le dijeron a Roberto que ese número no había sido dado de alta hasta la fecha. Lo curioso es que él tenía memorizado ese mismo número y había mantenido varias conversaciones con Paloma a través de él.

Autor: Ricardo Sotillo



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